Han viajado con las maletas llenas de ilusión, mientras que otros tienen la ilusión en el ADN. Alboraya y Damm, los dos modestos que pelean contra gigantes en la Copa del Rey juvenil quieren alargar su historia para que se convierta en leyenda.
La Copa del Rey juvenil es, con su formato actual, la competición de la ilusión. Aquella en la que escuelas como las del Alboraya y Damm revalorizan el verdadero significado de cantera. Ambas, cuna de grandes talentos futbolísticos no están en octavos por casualidad. Su asombrosa temporada es el fruto de mucho trabajo, empeño y ambición.
Este domingo afrontan un nuevo reto con el objetivo de repetir la gesta de dieciseisavos.
La ilusión contra la lógica
El Alboraya sueña alto. Ha viajado desde el aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas hasta Tenerife, a miles de kilómetros de la cuna de la horchata valenciana, con poco equipaje, pero con las maletas llenas de ilusión. La que le llevó a clasificarse para la Copa del Rey, la misma que le mantuvo en pie frente al Alzira en la eliminatoria de dieciseisavos, la que ayudó a Txema García a ser el héroe de la tanda de penaltis.
El desafío de los octavos es mayúsculo no solo porque el Tenerife juega en casa, sino porque los blanquiazules solo han concedido un empate en la Ciudad Deportiva Javier Pérez.
La principal arma con la que los pupilos de Sergio Paredes afrontarán este cruce será la ilusión, con la que golean a cualquier rival que se ponga por delante. El Alboraya es el único debutante que resisten en el torneo.
La Damm sueña con repetir su papel de matagigantes, pero esta vez en casa, con los suyos. Los mismos que llenaron la Ciudad Deportiva Joan Gamper para ser testigos de la hazaña: la eliminación del FC Barcelona en dieciseisavos.
Repetir la misma gesta y engordar su fama de matagigantes pasa por superar este domingo, 12 horas, al Granada CF. Los de Luis García llegan con la convicción de poder hacerlo, después de gana en la última jornada liguera al RCD Espanyol. En el ADN, como avisa su himno, tienen fuerza, coraje y la ilusión es la que les hace luchar